viernes, 3 de agosto de 2012

Forever Young - Bob Dylan

No sé despedirme. No sé. No soy capaz de mirar a alguien al que ya me he acostumbrado a ver a menudo, alguien que ya se ha convertido en parte de la rutina de mi vida, sonreirle y decirle adiós. No puedo.

No tengo fuerzas suficientes como para plantearme seriamente que algún día ya no escucharé la voz del track 11 (BONUS) de mi banda sonora particular.O la del nº12. Lo planeo, imagino las palabras, los gestos y las reacciones pero luego, cuando llega el momento y descubro que estoy alargando cada instante, recuperando cada segundo, no sé hacerlo. Sencillamente, no sé.

Puedo soltar un adiós precipitado, maquillarlo para que suene a "hasta pronto", fingir que no me importa, que la gente viene y va, decirme que lo único que quedarán son los buenos momentos. Y que nos volveremos a ver. Pero sé que es mentira, lo sabemos.

Supongo que no es más que un mecanismo de defensa inútil. "Si no me despido no se van". Como los niños pequeños que no lloran el primer día de escuela. "Si hago como que no me importa, no me importará" Pero es mentira, no funciona. No lo hagáis. Se van, me voy. Y a los dos días, a la media hora, o al cruzar la puerta, empiezo a sentir que dentro de mí hay algo que debería estar y no está. Que está fallando. Y acabo admitiendo que me importa. Tarde.

Es mi mayor defecto. Lo pondré en los test esos estúpidos. ¿Tu mayor virtud y tu mayor defecto? "No sé cual es mi mayor virtud, pero no sé despedirme." Lo siento.

A todos vosotros, de los que tuve que despedirme y no supe, de los que no sabré despedirme en un futuro, a los que involuntariamente intentaré haceros pensar que me da igual, o que nos veremos pronto, os lo digo ahora. Adios. Que os vaya bien. Suerte. Os quiero. Gracias.


Dedicado a ese "nosequé" que hoy me ha regalado un sueño con una de esas personas de las que no supe despedirme.